jueves, 14 de febrero de 2019

Las espireas o palillas (género Spiraea)

Hoy presentamos a unos interesantes arbustos caducifolios de hojas simples, con pequeñas flores que se reúnen en densos grupos terminales o laterales y fruto en folículo, pertenecientes a la familia de las rosáceas: las espireas, palillas o varas de San José (género Spiraea). Se trata de un género bien conocido por ser muy empleado en jardinería, pero destacaremos a las especies que crecen de forma natural en nuestros montes.

La especie más extendida en nuestro país es Spiraea hypericifolia subsp. obovata, un arbusto que no llega al metro de altura y que podemos encontrar desde el interior de Galicia hasta el Sistema Ibérico, pasando por el sur de la Cordillera Cantábrica, los Montes Vascos y que alcanza el prepirineo navarro y oscense, donde ya es muy rara.

La especie florece en primavera: en este caso, en la Montaña Palentina, encontramos varios ejemplares en plena floración a finales de mayo. En cotas inferiores puede empezar a florecer hasta un mes antes.

Hojas de Spiraea hypericifolia: son obovadas o de contorno casi triangular (como en esta foto), cuneadas en la base y con 3-7 dientes en el borde superior; poseen nervios longitudinales ramificados, lo que les aporta apariencia reticulada.

Porte de Spiraea hypericifolia. En la Península Ibérica vive preferentemente sobre sustratos rocosos calizos, como el que se muestra aquí, entre los 300-1.800 m de altitud.

Spiraea hypericifolia acompaña a espinares y otros matorrales en los bordes y huecos de los bosques, tanto de hoja perenne (encinares, enebrales, pinares), marcescente (quejigares) o -más raramente- caduca. Imagen de su hábitat en la Montaña Palentina.

Ejemplo de otra población que crece en un claro próximo a un pinar del páramo palentino.

Son arbustos inermes que conviven con madreselvas, morrioneras, serbales, agracejos, bojes, quejigos, rosales silvestres de diversas especies, coronillas, guillomos, enebros, etc.

Hábitat de S. hypericifolia en Las Tuerces (Palencia).

Vista de las inflorescencias laterales, con las flores ya pasadas y los frutos formándose: son de tipo umbeliforme, sentadas (es decir, sin pedúnculo) y llevan varias hojas en la base.

Frutos ya completamente formados: se trata de folículos que terminan en una especie de punta (restos del estilo). Son un tipo de fruto seco, lo que supone una rareza dentro de las rosáceas.

En La Rioja fotografiamos a otra palilla con esta curiosa agalla.

En esta población riojana (cerca de Enciso, en la ruta de las icnitas), Spiraea hypericifolia crece sobre arenas y otras rocas sedimentarias a unos 750 m de altitud, en un ambiente mucho más térmico que los anteriores, acompañando a espinos de tintes, Sideritis pungens y otros pequeños arbustos espinosos, lo que da idea de la plasticidad ecológica de la especie.

La segunda especie nativa de España es la espirea crenada o de hoja pequeña (Spiraea crenata subsp. parvifolia), mucho más rara que la anterior: de hecho, es una especie muy amenazada, por conocerse apenas cinco poblaciones (con poco más de cien individuos en total) en el prepirineo (Lérida, Huesca y Barcelona). Es un arbusto alto que puede alcanzar los 2 m de altura. Posee hojas de tamaño y forma muy variables, cuneadas en la base y, como sugiere su nombre, crenadas en la parte superior (solamente las más anchas, como las de esta fotografía). Una característica que la distingue de S. hypericifolia es que sus hojas están recorridas por tres nervios paralelos muy marcados que nacen en la base del limbo.

La otra diferencia más llamativa con la especie precedente hay que buscarla en la inflorescencia: en el caso de Spiraea crenata se trata de unas inflorescencias largamente pedunculadas, como muestra la foto, tomada a finales de julio.

Vistas del hábitat de la especie en los alrededores de Caserras del Castillo, Ribagorza, Huesca: bordes de carrascales y quejigares entre los 600-700 m de altitud.

Los ejemplares de Spiraea crenata los encontramos gracias a las referencias que me facilitó en su día José Vicente Ferrández (su descubridor en Aragón a finales de la década de los noventa), por lo que desde aquí le hago llegar mi agradecimiento.

Aunque las poblaciones catalanas se asientan sobre margas y calizas, la población aragonesa crece sobre ofitas, unas curiosas rocas ígneas de color oscuro, compuestas por minerales ricos en hierro y magnesio.

Otra vista de los quejigos próximos a Caserras del Castillo y de la excursión que hicimos hace ya unos cuantos años para ver a las espireas crenadas (aun no comprendo cómo pude engañar a Miguel para que me acompañara en pleno verano a pasar calor y pincharnos con las ramas y espinas de la vegetación circundante: quede esta foto como mudo testigo de aquella jornada memorable).

Aparte de las dos especies que crecen silvestres en España, varios taxones de este género se utilizan en jardinería como arbustos ornamentales. Esta foto corresponde Spiraea salicifolia, la espirea de hoja de sauce, caracterizada por sus inflorescencias en forma de panículas más o menos cilíndricas y flores de pétalos rosas. Se encuentra asilvestrada en Segovia.

En los jardines de Aranjuez fotografiamos a Spiraea x arguta, un híbrido que proviene del cruce de las dos especies nativas españolas (de sus razas tipo, no de las subespecies ibéricas). También corresponde a esta especie la primera foto del reportaje.

Una especie fácil de identificar es Spiraea japonica, de flores rosas e inflorescencias en forma de corimbos compuestos.

Finalizamos con Spiraea nipponica, otra palilla proveniente de Japón, que mostramos por ser más rara que otros cultivares ornamentales.

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