He reventado en arneses que suplican corazón,
fui pescador en las redes de una mar embravecida.
Me he camuflado en poemas de raíces y de rocas.
Amanecí en los caudales de un torrente sentenciado.
¡He amado tantas cosas que anuncian que llega el fin...!;
pero nunca he despertado junto a ti.
He conversado en corales que han crecido sobre alcohol,
he sostenido algún cuerpo listo para arder entero,
comí fruta en el paraíso, fui arena en los relojes,
quemé mis naves y el fuego ha bloqueado mi timón.
¡He amado tantas cosas que anuncian que llega el fin...!;
pero nunca he despertado junto a ti.
He sido espada en la
guerra, me he convertido en canción.
He sido cuerda en el arpa, me he convertido en palabra.
He sido el agua en los ojos, me he convertido en tristeza.
He sido espuma en el cielo, me he convertido en tormenta.
¡He amado tantas cosas que anuncian que llega el fin...!;
pero nunca he despertado junto a ti.
He aprendido despacio los mil nombres de la furia
y vendí todos mis pasos a los puntos cardinales.
He hipotecado mi tiempo por una rueca de azares
hilvanando un verso duro como acero en las pupilas.
¡He amado tantas cosas que anuncian que llega el fin...!;
pero nunca he despertado junto a ti.
Te he deseado en harapos; has puesto sitio a mi carne;
te soñé un millón de veces tibia de alba, enfurecida,
te he abrazado tan dulcemente en horas de naufragio.
Y he sofocado mi anhelo con las lenguas que aprendí;
pero nunca he despertado junto a ti.
¡Y he amado tantas cosas que anuncian que llega el fin...!;
pero nunca he despertado junto a ti.
(Disculpen la digresión de hoy, en este su blog que pretende ser de naturaleza y tal, pero es que este/a poema/canción del gran Gabriel Sopeña me ha recordado a alguien. Mañana seguimos con los arbustos y otras cosas.)