martes, 29 de agosto de 2017

Costa da Morte (IV): restos del bosque atlántico


Esta sería una imagen típica del paisaje que encontramos en el interior de Costa da Morte (y de buena parte de Galicia): un entorno en mosaico donde conviven prados y terrenos agrícolas (muchos de ellos en proceso de abandono) con cultivos de pinos y eucaliptos; a la derecha de la fotografía se aprecian los restos del bosque natural en forma de seto.

En realidad estamos en los dominios del roble pedunculado o carballo, Quercus robur. Aunque expulsado de casi todos sus antiguos dominios, los supervivientes del bosque atlántico resisten y prosperan en algunas fincas apartadas y en los bordes de los terrenos donde se cultivan eucaliptos o pinos.

Una senda que cruza un joven robledal. Aparte de los mencionados robles, también encontramos castañares, alisedas, choperas e incluso algunos melojos, por citar algunas de las principales formaciones arbóreas naturales.

El laurel (Laurus nobilis), uno de los acompañantes típicos de los bosques de carballos y otros bosques atlánticos.

Los castaños (Castanea sativa) comienzan a hacerse con el terreno.

Encontramos algunos melojos (Quercus pyrenaica) acompañando a los bosques de hoja caduca en las exposiciones más térmicas.

Una zarza endémica del noroeste (Portugal y de Galicia a Cantabria), Rubus sampaioanus; vista del turión y dos hojas que muestran (de izquierda a derecha) envés y haz.

Digitalis purpurea

Bosque de Quercus robur con grandes robles; acompañan laureles, chopos negros, sauces, piruétanos silvestres, etc.

Ambiente umbroso en el interior del robledal.

Pese a tratarse de un bosque con árboles grandes y aparentemente bien conservado, en el sotobosque encontramos a esta especie alóctona de carácter invasor: Tradescantia fluminensis, de origen suramericano.

Una de las especies que crece en los límites del bosque es el codeso Adenocarpus lainzii, que puede alcanzar los tres metros de altura.

Detalle de las flores de Adenocarpus lainzii, cuyos cálices están cubiertos de glándulas estipitadas oscuras.

Entre la vegetación natural que puebla los caminos y bordes de bosque vemos crecer a esta matita de orégano (Origanum vulgare).

Una especie propia del interior del bosque y megaforbios: Angelica sylvestris, comenzando a florecer.

Vista de una aliseda (Alnus glutinosa) junto a un arroyo.

Algunas plantas crecen en el suelo de la aliseda, como esta Ajuga reptans...

... o el bonito muraje amarillo (Lysimachia nemorum), ambas en flor en julio.

Un caballito del diablo entre la vegetación de la aliseda, con helechos, avellanos, escrofularias, etc.

Otra zarzamora, en este caso Rubus vigoi.

El rosal silvestre Rosa pimpinellifolia, que encontramos en el sotobosque de varios tipos de formaciones vegetales, incluyendo los pinares sobre dunas.

Arraclán (Frangula alnus) con frutos al lado de un curso de agua.

Uno de los supervivientes más extendidos del bosque atlántico: Salix atrocinerea.

Endrino (Prunus spinosa).

Un arbolito que crece en las lindes de fincas, bordes de caminos y setos: el peral silvestre atlántico, Pyrus cordata.

Una correhuela (Calystegia sepium) crece sobre un seto de endrinos.

Calamintha nepeta

Oxalis latifolia

La hiedra atlántica (Hedera hibernica) ascendiendo por el tronco de un pino resinero.

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