sábado, 26 de diciembre de 2020

Una aproximación a los quejigos del noreste peninsular

Esta entrada pretende ser un resumen básico sobre el espinoso tema de los robles o quejigos del noreste de nuestro país. Dentro de este grupo de árboles incluyo tanto al roble pubescente (Quercus pubescens, antes denominado Q. humilis) como al conjunto de "especies" que serían el resultado más o menos estabilizado de una hibridación entre Quercus pubescens y Q. faginea (y probablemente otras especies de roble), dando lugar a Q. subpyrenaica y/o Q. cerrioides (las cuales a veces se consideran sinónimos y otras como especies -o subespecies- distintas).

Aunque permanece abierta la cuestión de cuáles son las especies existentes en la zona, se suele reconocer que Quercus pubescens se distribuiría por el eje pirenaico, mientras que sus híbridos lo harían por el prepirineo (Q. subpyrenaica) y cordilleras costeras (Q. cerrioides). En cualquier caso, las reiteradas hibridaciones introgresivas entre los citados Quercus han dado lugar en la práctica a una gama de quejigos con caracteres morfológicos muy variados que no siempre pueden asignarse a una u otra especie con claridad.

Comenzamos el ciclo de Quercus pubescens con el inicio de la salida de la hoja en abril. La especie se comporta como caducifolia o de hoja marcescente, como en este caso. Las hojas presentan formas variables (obovadas, elípticas u oblongas), pero siempre con el margen crenado-dentado con lóbulos poco profundos y acuminados, cuyos senos no se aproximan al nervio central.

Floración de Quercus pubescens en Camarasa (Lérida), también durante abril (puede extenderse hasta mayo). Las hojas nuevas ya han salido del todo y solamente queda una hoja vieja por caer.

En mayo las hojas de roble pubescente ya están completamente formadas. Son subcoriáceas, perdiendo parte del fieltro juvenil al madurar: finalmente permanecen lampiñas por el haz y con un tomento persistente por el envés. Dicho tomento está formado mayoritariamente por pelos fasciculados cortamente estipitados. Su pariente más sureño Quercus faginea, sin embargo, presenta pelos multiestrellados (compuestos por pelos estrellados que se unen exclusivamente por la base: no son fasciculados ni presentan estípite) y adpresos. La pilosidad del envés reviste gran interés taxonómico para diferenciar a los distintos robles (hay que observarla con lupa, pues los detalles no se aprecian a simple vista).

Los robles pubescentes pueden alcanzan los 20 metros de altura; en la madurez presentan la corteza agrietada de la imagen. Habitan el contorno del Mediterráneo (este y sur de la cuenca, llegando a Centroeuropa por el norte y la Península Ibérica por el oeste). En España Q. pubescens se distribuye por la cordillera pirenaica, alcanzando por el oeste el País Vasco (Álava) y algunas zonas de Cantabria y Burgos; hacia el este llega a Mallorca y, por el sur, a La Rioja. En cualquier caso las principales masas se encuentran en Pirineos: como ya se ha mencionado, se acepta que en el eje pirenaico predominan las formas más puras de Quercus pubescens, mientras que en el prepirenaico lo hacen sus cruces.

Se encuentran entre los 400 y los 1.500 metros de altitud y no tienen necesidad de suelos profundos (se trata de una especie indiferente edáfica que en nuestro país prefiere calizas, margas o conglomerados); de hecho muchas veces prosperan en zonas donde asoma la roca madre o en pendiente. Son bosques con necesidades hídricas moderadas (precisan, como mínimo, de 600 mm de precipitaciones anuales, repartidas a lo largo del año), más de umbría. Marcan la transición entre los ecosistemas forestales centroeuropeos, más húmedos, y los mediterráneos, más secos.

Estos robledales mantienen unos acompañantes netamente eurosiberianos, como varias especies de arces (en la imagen Acer opalus), mostajos, serbales, avellanos, tilos, majuelos, endrinos, enebros, pinos silvestres o royos, etc., además de enriquecerse con especies mucho más xerofíticas (por ejemplo Genista hispanica y otras de las que mostramos más adelante algún ejemplo) de los pisos de vegetación adyacentes.

Una de las especies del sotobosque: Hippocrepis comosa.

La leguminosa arbustiva Emerus major, acompañante típica de estos quejigares.

Bellota de Quercus pubescens en otoño, antes de comenzar el envero. Poseen un fuerte pedúnculo (hasta 10 mm de largo), tomentoso. La cúpula está formada por escamas imbricadas y asimismo tomentosas.

En pleno otoño (en este caso a comienzos de diciembre), los robles pubescentes ya han cambiado el color de la hoja, comportándose como caducifolios o marcescentes.

En este ejemplar fotografiado en las Sierras de Prades (Tarragona) se reconocen los caracteres de Quercus cerrioides: hojas amplias con lóbulos triangulares subiguales, agudos y mucronados; aparte de disponer por el envés de los pelos característicos de los dos principales quejigos "parentales", también presenta pelos fasciculados de color castaño o ferruginoso (en la génesis de este quejigo se especula con la participación del otro quejigo marcescente adicional: Q. canariensis).

Por su parte, Quercus subpyrenaica tiene hojas más pequeñas y estrechas que Q. cerrioides, siendo lobadas o crenado-lobadas y con los lóbulos predominantemente redondeados.

Otra vista de las hojas de Quercus subpyrenaica, donde se aprecia la diferencia de color entre el haz y el envés cubierto de pelos. Presenta tanto pelos fasciculados estipitados como multiestrellados.


Muchos quejigares pirenaicos se han aclarado con el fin de permitir la llegada de la luz al estrato herbáceo y permitir su aprovechamiento ganadero.

Más especies acompañantes de los robles pubescentes, en este caso perennifolias, como Rhamnus saxatilis...

... o de gustos plenamente mediterráneos como el espliego Lavandula angustifolia.


Vista de un quejigar de Quercus subpyrenaica con boj (Buxus sempervirens) en una zona montañosa entre carrascales y pinares en el prepirineo aragonés. Con esta muestra de su carácter como bosques de transición entre unas formaciones más secas y otras con mayores requerimientos hídricos finalizamos la entrada de hoy.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Recopilación de fotos de noviembre (2/2)

 

Pelosilla (Pilosella officinarum) en Manzanares el Real.

Lotus castellanus

Andarríos.

Cigüeñas y garzas reales descansando en la orilla del embalse.

Crepis vesicaria subsp. taraxacifolia

Sigue apareciendo algún anfibio, como este sapo corredor.

Una especie asilvestrada que se encuentra a sus anchas en el embalse, el ganso del Nilo.
Ascendiendo por una cañada que va de desde Manzanares el Real hacia Cerceda encontramos algunas matas de abrótano hembra (Santolina chamaecyparissus), más típica de los suelos calizos del sureste de la región.

Entre Paracuellos del Jarama y San Fernando aprovechamos para ver el aspecto otoñal de algunas especies singulares, como la morra (Cynara tournefortii), una especie de alcachofa silvestre muy amenazada en Madrid.

Restos secos de otra especie rarísima en Madrid, Onosma tricerosperma, de la que habíamos mostrado con anterioridad una foto de la subespecie granatensis durante una visita a Sierra Nevada.

Pero en realidad veníamos a ver cómo pasa la estación Saponaria glutinosa: hemos comprobado que, en noviembre, como era de esperar, los tallos floridos y fructificados están secos (y en general separados del resto de la planta, salvo el de la foto).

De vuelta al Valle de Lozoya, detectamos a otra compuesta en flor: Scorzoneroides carpetana.

Lycopus europaeus

Epilobium obscurum

Stachys sylvatica


Huella de nutria en el embalse de Pinilla.

En las calizas próximas al embalse crece bien el té de roca (Chiliadenus glutinosus).

Chaenorhinum origanifolium

Erodium paularense

Seseli montanum

Bellis sylvestris

Anthyllis vulneraria

Chamaemelum mixtum

En los setos cercanos vemos pasar fugazmente a un zorro con un topillo recién capturado.

Finalizamos en los pinares de pino piñonero con encinas y Genista hirsuta cercanos a Torrelodones.

Diplotaxis catholica

Y con esta vista otoñal del Arroyo de Trofas al atardecer cerramos la selección fotográfica de noviembre.