sábado, 31 de marzo de 2012

Apuntes de marzo: desfilan las procesionarias



Otro de los encuentros clásicos de principios de primavera (especialmente si ésta viene cálida) es con las filas de procesionarias (Thaumetopoea pityocampa), lepidóptero asociado a los pinos muy extendido por todo el país, presente incluso en parques urbanos.



Pinar de repoblación de pinos carrascos.



Pinus halepensis, piñas.

En el centro de la provincia de Toledo, encontramos un pinar de repoblación de pino carrasco (Pinus halepensis), con numerosos árboles infestados por esta plaga. En los bolsones (los nido de invierno donde las orugas han pasado sus primeras fases larvarias) se detecta movimiento a finales de la tarde, pues está próxima la salida de las larvas a la búsqueda de un lugar donde enterrarse y completar su ciclo.





Las orugas entran y salen del nido: se preparan para salir.

Aparte de los daños que puedan causar las orugas en los pinares, en los seres humanos producen urticarias y trastornos alérgicos que pueden ser muy graves, por lo que conviene guardar las distancias con ellas.


La fila en marcha; normalmente a la cabeza va siempre una hembra.

Entre el pinar y un campo de labor próximo, quedan unos cuantos almendros (Prunus dulcis) semiabandonados, que presentan sus últimas flores y los frutos del año pasado. Entre las especies semileñosas que acompañan a los almendros fotografiamos a una labiada que identificamos por los restos de la inflorescencia.





Las últimas flores de los almendros manchegos.

Se trata de un marrubio o hierba de Santa Quiteria (Marrubium alysson), una pequeña mata de carácter ruderal que se reconoce por su cáliz rígido con un tubo de 4-5 mm y dientes perpendiculares al tubo, abiertos en forma de estrella.


Cálices de Marrubium alysson.

A estas alturas del año presenta pocas hojas, con forma de abanico (flabeladas) y cubiertas de un denso tomento, pegadas a la base del tallo.


Hojas de Marrubium alysson.

lunes, 26 de marzo de 2012

Apuntes de marzo: la culebrilla ciega



No sé si será casualidad o no, pero la única época del año en que vemos a la culebrilla ciega (Blanus cinereus) en la rampa madrileña -zona de transición entre la sierra y la campiña- es, precisamente, durante los últimos días de marzo (y principios de abril). El resto del año o no se deja ver o tenemos mala suerte y no la encontramos.


Una culebrilla ciega muestra su lengua bífida.

En estas áreas de rampa, aunque predominan los pastizales adehesados con especies esclerófilas (encinas y enebros) y cantuesos, algunas especies arbóreas más exigentes en humedad se atreven a descender desde la sierra (quejigos, alcornoques y melojos), por lo que los paisajes se enriquecen con estas nuevas entradas, así como con las fresnedas y setos que crecen en las vaguadas.


Postura defensiva clásica: se enrolla fuertemente alrededor de palos o raíces próximos.

Los suelos poco compactos de arcosas, debajo de las piedras junto a los muretes de las fincas ganaderas o a las cañadas, son el hábitat de este curioso reptil con aspecto de lombriz.



Hábitat de Blanus cinereus, muy seco durante este año.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Apuntes de marzo: florece el olmo blanco (Ulmus laevis)

Aunque también otras especies de olmos florecen durante el mes de marzo, hoy visitamos una olmeda especial: se trata de un grupo de olmos blancos (Ulmus laevis) supervivientes en un pequeño arroyo cercano a Madrid que florece a partir de mitad de mes.


Varios Ulmus laevis crecen próximos al cauce del arroyo.


De esta especie, que se ha tenido por alóctona en España durante mucho tiempo, finalmente se ha confirmado que se trata de una especie autóctona: parece ser que la Península Ibérica actuó como refugio de la especie durante las últimas glaciaciones, colonizando desde aquí su actual área de distribución europea. En el siguiente link detalles del descubrimiento y de la población estudiada en Madrid.


Uno de los mayores ejemplares.

Aunque algunos grandes ejemplares se encuentran en plena floración, las flores de los olmos blancos son discretas, de forma que apenas destacan sus inflorescencias entre las ramas desnudas (la floración es, como en otras especies de este género, anterior a la salida de las hojas).


Ramas floridas de Ulmus laevis.

Se trata de una especie escasa, irregularmente distribuida por el cuadrante noroeste de nuestro país, siempre sobre suelos ácidos (el más conocido Ulmus minor se distribuiría de forma natural, en cambio, por la vertiente mediterránea, es decir, sobre suelos de reacción básica, siendo atribuible su presencia en la España silícea a la mano del hombre).


Hojas secas de Ulmus laevis en el suelo.

También hay diferencias ecológicas entre ambas especies de olmos: Ulmus laevis es una especie mucho más ligada a zonas con encharcamientos prolongados; en este caso los olmos crecen pegados al mismo cauce del arroyo, desplazando a otras especies también muy dependientes de la humedad y habitualmente dominantes en las proximidades del agua (como los sauces).


Inflorescencias de olmo blanco.

Ahora, con los árboles en flor, se aprecia bien la principal diferencia con otros olmos: las flores, agrupadas en cimas, disponen de un largo peciolo sobre el que se desarrollará la sámara (fruto alado) de la especie.


Bosque de galería con varios Ulmus laevis.


Floración de un pie femenino de Salix atrocinerea.

Entre las especies que acompañan a los olmos blancos destacan los fresnos (también en flor ahora), las zarzas Rubus ulmifolius, los saúcos (Sambucus nigra, ahora sacando las hojas), las madreselvas (Lonicera etrusca), los sauces Salix atrocinerea (en flor) y algunas especies naturalizadas, entre las que destacamos algún durillo y a la oleácea Ligustrum lucidum.


Sambucus nigra


Lonicera etrusca

lunes, 19 de marzo de 2012

Apuntes de marzo: las hojas del quejigo



A partir de ahora (de esta época del año), las hojas que han permanecido secas en los quejigos empezarán a caer para dar paso a los nuevos brotes; recorremos los quejigares (Quercus faginea) mixtos de Guadalix de la Sierra, en Madrid, localizados sobre terrenos básicos a unos 850 m de altitud.


Quejigos y encinas (detrás).

Como buena especie de hoja marcescente (¿de marzo?) su presencia indica unas condiciones de tránsito o ecotono entre las condiciones más secas y mediterráneas donde dominan los perennifolios y las más húmedas donde reinan los caducifolios.




En este caso, se trata de bosques mixtos de encinas, quejigos, enebros y fresnos en los que aparecen algunos caducifolios: cornicabras, arces (Acer monspessulanum), aligustres (Ligustrum vulgare), así como varias especies de rosales silvestres y madreselvas (Lonicera etrusca).


Encinas y enebros rodeando a una mole caliza; bajo ésta, una fresneda con cornicabras.


Algún enebro de porte arbóreo junto al quejigar.


Juniperus oxycedrus


La personalidad del quejigo ya se manifiesta en las propias hojas, con borde parecido al de las pinchudas encinas y caedizas (aunque no las pierdan en otoño, sino unos meses más tarde) como los robles atlánticos.


Algunas hojas permanecen verdes desde el otoño.

Aunque a decir verdad, la falta de agua en montes y campos a estas alturas de marzo contribuye a que las hojas secas de los quejigos parezcan más un efecto de la sequía que una adaptación a las condiciones climáticas mediterráneas atenuadas...





Una cola del embalse de Pedrezuela, casi vacío.

miércoles, 7 de marzo de 2012

El roble crespo (Quercus pauciradiata)

De las dos especies de Quercus descritas en los últimos años en España, una de ellas, el roble orocantábrico (Quercus orocantabrica), goza de bastante aceptación (probablemente por contar con unos macrocaracteres fácilmente identificable y una ecología bien diferenciada de las especies próximas), mientras que la segunda, el roble crespo (Quercus pauciradiata), apenas cuenta con referencias (o fotos en la web, lo que es bastante sintomático) y sigue siendo cuestionada por varios autores.

Lo cierto es que, en general, los Quercus son un grupo complejo, cuya identificación no siempre es sencilla: en aquellas zonas donde coinciden dos o más, aunque se trate de especies "buenas" (como sucede con el roble albar y el melojo, por poner un ejemplo), siempre aparecen individuos que cuesta asignar a una u otra. La facilidad con que se cruzan diferentes especies entre sí es otro argumento a favor de la prudencia a la hora de nombrar nuevos taxones.

Si a esto unimos que para tener la certeza de que estamos delante de un roble perteneciente a la especie Q. pauciradiata hay que recurrir a la lupa binocular y estudiar los tricomas (pelos) existentes en las hojas, se comprende la falta de referencias y el cuestionamiento de la especie.

Dejando de lado la polémica sobre si se trata de una nueva especie o no, vamos a presentar cuáles son los caracteres que diferencian a los robles crespos de sus parientes (y vecinos, pues conviven todos juntos) robles cantábricos, el roble albar (Quercus petraea) y el roble melojo (Quercus pyrenaica).


Quercus pauciradiata

De entrada se define al crespo como un roble de hoja caduca cuya foliación se adelanta unas semanas con respecto a la del melojo, siendo esta segunda especie marcescente (lo que, obviamente, no puede apreciarse durante buena parte del año, por lo que el caracter caducifolio/marcescente no sirve como característica diferenciadora entre ambas especies). Las hojas son de lobadas a pinnatífidas, glaucas por el envés.

Las hojas presentan un indumento característico: éstas tienden a perder tricomas con la edad, quedando, finalmente, el haz glabro y el envés subglabro (con pocos pelos).


Envés de las hojas.

En el envés de las hojas maduras destaca la presencia de tricomas fasciculados y estipitados: es decir, constituidos por varios pelos fusionados entre sí por la base formando un estípite (una especie de pie o pequeña columna sobre la que asoman los diferentes radios o pelos). Este tipo de tricomas también están presentes en el melojo, por lo que ¿cuál sería la diferencia entre ambos?

En el roble crespo los tricomas están formados por 2-4 radios de corta longitud (150-300 micras), mientras que en el melojo los forman 4-8 radios de mayor longitud (500-1.000 micras); asimismo, la longitud del estípite es en la primera especie de 8-20 micras frente a las 40-60 micras de la segunda.

La clave en este baile de cifras es que, además de tener muchos menos pelos el envés del roble crespo (casi subglabro, indicábamos, frente al denso tomento del melojo), los pelos fasciculados de Q. pauciradiata están formados por menos radios y son mucho más cortos (también el estípite) que en el caso del melojo.

Aunque no disponemos de la posibilidad de realizar buenas fotos a las muestras prensadas, intentaremos mostrar con ejemplos los tricomas de ambas especies.

En esta primera foto de Q. pauciradiata se aprecia buena parte del envés desprovisto de pelos; algunos pelos sencillos acompañan a los fasciculados. Estos últimos están formados por dos, tres o cuatro pelos como máximo. Se unen por la base, aunque formando un corto estípite.




En la segunda foto de esta misma especie, aumentada de tamaño, se siguen apreciando los pelos estipitados con las características anteriores.




En esta tercera de la misma especie, con casi todos los pelos formados por dos radios únicamente, se puede apreciar con más claridad cómo se unen éstos en la base formando un corto "tallo".




Por su parte, Quercus pyrenaica posee un envés completamente cubierto de pelos. Aunque los pelos también son estipitados, se unen más de cuatro radios y son de mayor longitud que los anteriores. Una vista de esa especie:




Con más aumentos, también se aprecia el mayor tamaño o contundencia del estípite.




Podría pensarse que la presencia o ausencia de un denso tomento por el envés debería ser suficiente para distinguir a los robles norteños, pero entra en juego la tercera especie, el roble albar: ¿cómo separar a los albares de los crespos, si ninguna de estas especies presenta un envés cubierto de pelos como el melojo?

El roble albar, a diferencia de las dos especies anteriores, presenta un envés cubierto por tricomas estrellados: es decir, por una serie de radios divergentes (generalmente cuatro) unidos solamente en la base (sin estípite), y adpresos o situados en un plano paralelo a la superficie de la hoja. Además, son de mucho menor tamaño que los anteriores: 60-120 micras (es decir, menos de la mitad que la longitud de los tricomas del roble crespo).

El pequeño tamaño de dichos tricomas impide que se aprecie bien cómo se disponen sobre el envés de la hoja (de manera más numerosa, por cierto), pero nótese el menor tamaño de los tricomas, pues se trata de una fotografía realizada con los mismos aumentos que la primera del roble crespo:




Con el doble de aumentos, se intuye la disposición de los cuatro radios: éstos de unen por la base y parecen adheridos a la superficie, formando media circunferencia.




Respecto a la distribución del roble crespo, habita algunos puntos de la Montaña Palentina y, sobre todo, el norte de León. En esta última provincia, visitamos durante el mes de agosto sus dos principales bastiones.


Tronco y ramas de Q. pauciradiata.

En Llamas de Rueda, donde se encuentra su principal población, el crespo convive con los melojos, sobre un sustrato de naturaleza silícea (conglomerados cubiertos por una matriz arcillosa), sobre los 1.000 metros de altitud. Se trata de bosques densos, con buena cobertura, donde aparecen ericáceas como Erica arborea, E. tetralix o Calluna vulgaris, así como otras especies interesantes como la zarza Rubus vigoi o la leguminosa rastrera Genista carpetana.


Melojares y crespos en Llamas de Rueda; destaca la floración de las brecinas a finales de agosto.


Más escaso, también lo hemos visto en Boca de Huérgano (Picos de Europa), también en León. Aquí el paisaje lo forman restos de bosque atlántico (con abedules, Prunus padus, groselleros, temblones, varias especies de rosales silvestres, etc.) junto con praderías y setos, así como diversos matorrales de leguminosas arbustivas en las zonas de ladera más pedregosas.


Hábitat en Boca de Huérgano (León), también durante el verano.

Para finalizar, una foto de familia de las hojas de las tres especies de robles cantábricos tratadas, todas ellas recogidas entre Palencia y León, siendo:




Quercus pauciradiata: 3 (haz) y 4 (envés)
Quercus petraea: 1 (haz) y 2 (envés)
Quercus pyrenaica: 5 (envés)