domingo, 29 de noviembre de 2020

Flora amenazada: Krascheninnikovia ceratoides

En pocas líneas, los hechos que explican la existencia en España de Krascheninnikovia ceratoides comenzaron hace seis millones de años, durante la llamada crisis salina del Messiniense (última etapa del Mioceno): la rotación de África en la dirección de las agujas del reloj provoca el cierre del Estrecho de Gibraltar y aisla el mar Mediterráneo. Se cierra así la principal aportación de agua al Mare Nostrum, que queda convertido en un enorme lago salado. El clima es extremadamente árido. Debido a la fuerte evaporación existente (hasta un metro por año), en apenas mil años el Mediterráneo se seca por completo (bueno, casi por completo: queda convertido en una vasta planicie de sal a 4.000 metros por debajo del nivel del mar, salpicada por una serie de lagunas hipersalinas que se mantienen dispersas en las zonas más profundas). Pero al no existir las aguas marinas, toda la cuenca del Mediterráneo esta conectada por tierra, de manera que las especies del este pueden llegar hasta la Península Ibérica y norte de África. Esta fue la vía que aprovechó la Krascheninnikovia para asentarse en algunas partes de nuestro país, encontrando unas condiciones ambientales similares a las de las estepas asiáticas de las que procedía. Unos 600.000 años después se reestablece el contacto entre el Mediterráneo y el Atlántico: imagínense, unas cataratas de cuatro kilómetros de altura que van colmando poco a poco el vacío existente, glub, glub, glub... En un siglo el Mediterráneo vuelve a estar lleno de nuevo. Avanzamos un poco (geológicamente hablando), hasta el siglo XIX: durante la Guerra de la Independencia, un botánico que acompañaba al ejército napoleónico descubre a este arbusto en nuestro país. El nombre proviene del naturalista ruso Stephan Petrovitsch Krascheninnikov, a quien se dedicó el género. Aparte de la Depresión del Ebro (Los Monegros y Alfambra), en España vive en Granada (Guadix), muy escasa.

Krascheninnikovia ceratoides en flor en otoño (octubre).

Se trata de un arbusto de un metro de altura, con hojas alternas, planas y aspecto sentado (en realidad poseen un pequeño peciolo), cubiertas de un denso tomento de pelos estrellados. Florece desde finales de verano hasta octubre. En Los Monegros es una especie rara, una de las joyas botánicas de esta región. Habita cerros yesosos o calcáreos en zonas subdesérticas de clima árido.

Cerros con vegetación natural (romerales y tomillares con quenopodiáceas, cistáceas, cariofiláceas, etc.), parcelas de secano, barbechos y sabinas albares dispersas: resumen del paisaje monegrino en primavera.

Destacamos un par de arbustillos que conviven con K. ceratoides: uno de ellos es el escobizo (Cytisus fontanesii, antes Chronanthus biflorus), que se puede encontrar en las ubicaciones más térmicas. Florece entre mayo y abril y vive por buena parte del este peninsular.

Mucho más común en Los Monegros resulta la bufalaga (Thymelaea tinctoria), una mata leñosa que apenas supera el medio metro de altura, con hojas cortas, estrechas y algo carnosas, cubiertas por un denso tomento. También está fotografiada en primavera, en este caso sin flores (florece durante el invierno).



domingo, 22 de noviembre de 2020

Rosales silvestres de la montaña madrileña

Vamos a seguir presentando algunas especies de rosales silvestres de la región madrileña: si en una estrada anterior veíamos las principales especies de las zonas bajas, ahora nos ceñiremos a algunas especies más montanas (que crecen por encima de los 1.000 metros de altitud). La principal especie (es decir, la más abundante) sigue siendo, naturalmente, Rosa canina.

Rosa canina en el Valle de Lozoya, junto a una valla que separa dos prados. Este rosal no posee glándulas, dispone de sépalos reflejos y caedizos tras la floración (no permanecen en el fruto), así como de estilos glabros y poco pilosos.

El siguiente rosal es Rosa rubiginosa, caracterizado por presentar sépalos erectos o patentes, que permanecen en los frutos maduros; tanto los pedicelos como los sépalos (margen y dorso) están cubiertos de glándulas.

Hemos fotografiado a R. rubiginosa en Cercedilla (en la imagen) y Navacerrada, pero también en zonas más bajas de la región, donde resulta más rara.

Rosa rubiginosa a punto de perder la hoja: los foliolos son glandulosos por el envés y con la base redondeada.


Porte y frutos de la siguiente especie, Rosa dumalis, en Somosierra: se trata de un grupo complejo que, como en el caso de R. canina, comprende varias microespecies muy semejantes entre sí. En este caso, posee hojas glabras, doblemente serradas y sin glándulas; sépalos erectos o patentes, persistentes en los frutos.  

Rosa dumalis: hojas y detalle de piña estigmática (muy pilosa), así como de los sépalos (patentes y con la base muy ancha).

Hábitat en Somosierra de Rosa dumalis.


Por último, presentamos un rosal que encontramos en las proximidades del puerto de Canencia con hojas pubescentes, margen foliar biserrado y pedicelos y sépalos lisos (sin glándulas), que pensamos pueda tratarse de Rosa ostensa. También presenta una piña estigmática muy pilosa y poro estilar ancho.



Dos vistas del hábitat de Rosa ostensa, en los bordes de un pinar de pino silvestre. Junto a esta especie vimos otra especie madrileña, Rosa villosa, que ya mostramos por aquí anteriormente, de la que trataremos en una próxima entrada.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Recopilación de fotos de octubre (2/2)

Más fotos de octubre: empezamos de nuevo por los alrededores del embalse de Manzanares el Real.

Lythrum borysthenicum

Cáñamo acuático (Bidens tripartita).

Chenopodium botrys

Rorippa sylvestris

Pastos de borrosa (Laphangium luteoalbum), que también se encuentra en flor en otoño.

La pareja de tarros canelo a lo suyo.

Gnaphalium uliginosum

El Kraken.

Flores despistadas de Adenocarpus aureus.

Grupo de garzas reales al atardecer.

De Manzanares El Real ascendemos hacia Navacerrada. Flores de Scorzoneroides carpetana.

Petrorhagia nanteuilii

Melojar y pinos silvestres acompañados de orla espinosa (majuelos, rosales silvestres, endrinos y zarzamoras).

Muérdago (Viscum album) sobre pino silvestre.

Aspecto genuinamente otoñal de la Sierra de Guadarrama cerca de Navacerrada.

Caminos y fincas ganaderas entre Colmenar Viejo y Hoyo de Manzanares: en las ubicaciones más húmedas los quejigos acompañan a los fresnos.

Olmeda de Ulmus minor.

Hierba halcón (Hypochaeris radicata).

Mantisalca salmantica

Ortegia hispanica

Senecio erucifolius

Encinar en el Monte de El Pardo.

Flores de Lactuca serriola.

Y de Solanum nigrum.

Pudimos disfrutar del vuelo del águila imperial ibérica, la gran rapaz de los bosques mediterráneos.

Más encinares, en este caso en el Monte de Valdelatas.

Frutos de Asparagus acutifolius.

Olmeda de olmo blanco (Ulmus laevis).

Los mosquiteros al acecho de insectos en la olmeda.

Populus nigra

Quercus faginea

Sauceda con Salix fragilis.

Aliso (Alnus glutinosa).

Frutos de lúpulo entre las zarzas.

Artemisia campestris subsp. glutinosa