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miércoles, 25 de septiembre de 2019

Los majuelos

Metidos ya en el otoño vamos a aprovechar para presentar a unos arbustos que dan color a la estación: las especies ibéricas de majuelos, espinos blancos, albares o majoletos; estas son algunos de los nombres con los que se conoce a Crataegus monogyna, la principal especie del grupo, un arbusto o arbolito alto (puede superar los 5 metros de altura) que crece por toda la península, formando parte de la orla espinosa y setos en casi todos nuestros bosques. Aparte de C. monogyna, trataremos de otras cuatro especies.

Se trata de especies caducifolias: aquí tenemos los brotes primaverales del majuelo, que en el centro del país florece mayoritariamente en abril, si bien en otras partes más cálidas puede comenzar a hacerlo a partir de febrero.

Floración completa y hojas de Crataegus monogyna. Esta especie presenta una enorme variabilidad en el tamaño y forma de las hojas (existiendo incluso variaciones dentro de un mismo ejemplar). Como veremos a continuación, en el género Crataegus tienen interés taxonómico las hojas (o los márgenes basales del lóbulo inferior de éstas) y las estípulas de los braquiblastos, así como el número de huesos del fruto.

Detalle de las flores anteriores, en las que se aprecia un único estilo (posteriormente el fruto tendrá un único hueso).

Las estípulas (es decir, las hojuelas situadas en la base de las hojas de los brotes floridos o braquiblastos) son importantes para diferenciar a Crategus monogyna de otras especies parecidas: en la imagen, sin embargo, mostramos las estípulas de los brotes largos (macroblastos), que siempre están presentes... pero carecen de interés taxonómico.

Otra imagen de las estípulas (relativamente) grandes y dentadas de las ramas no floridas del espino albar: no son estas las que tenemos que buscar...

... sino estas otras: en las hojas terminales que acompañan a los racimos laterales donde salen las flores (o frutos). Suelen caerse y por lo general no se encuentran, pero en este caso hubo suerte. Son enteras (carecen de dientes) y con aspecto de media luna.

Otro ejemplo de hojas con estípulas en Crataegus monogyna. El borde del lóbulo inferior de las hojas es liso (carece de dientes).

Pero lo normal es encontrar así a los majuelos a finales de septiembre: con los frutos a punto de madurar y sin rastro de las estípulas.

Viajamos hasta Sierra Nevada (Granada): en estos espinares (y pudiendo superar incluso los 2.000 metros de altitud), encontramos a la otra especie española cuyos frutos solamente tienen un hueso: se trata de Crataegus granatensis, una especie que habita algunas sierras del sureste ibérico (desde Málaga a Alicante) y otros puntos montañosos en Marruecos y Argelia. Aquí convive con agracejos, Prunus ramburii, Lonicera splendida, Lavandula lanata, Vella spinosa, Rhamnus infectoria, etc.

Se trata de un majuelo muy similar al anterior: tiene las hojas densamente cubiertas de pelitos (vilosas) tanto por el haz como por el envés, con 2-3 pares de lóbulos laterales. No obstante, el principal carácter para separar ambas especies reside en la forma de las estípulas de los brotes cortos, como se acaba de señalar. Este ejemplar, por cierto, ya las había perdido en el momento de fotografiarlo.

La principal diferencia entre ambas especies es que en Crataegus granatensis las estípulas tienen varios pares de dientes; además, un carácter diferenciador secundario (pues según Flora Iberica no siempre se cumple) con respecto a C. monogyna es la presencia de diminutos dientes en el margen del lóbulo inferior.
Otra vista de una hoja con estípulas y fruto de Crataegus granatensis, donde se aprecia el aspecto del envés y del pedicelo, también completamente cubierto de pelos.


Estos últimos ejemplares corresponden a arbustos que crecen en la Sierra de las Nieves (Málaga), con pinsapos, quejigos, Bupleurum spinosum y otras especies.

En la media montaña de Cazorla (Jaén) fotografiamos a Crataegus laciniata a punto de abrir las flores a comienzos de mayo. Las flores poseen de dos a tres estilos (y los frutos, por tanto, de dos a tres huesecillos). Sus estípulas son enteras y el borde basal del lóbulo inferior carece de dientecitos, a diferencia de lo que sucedía con C. granatensis.

Las hojas tienen de dos a cuatro lóbulos laterales y son lanosas por ambas caras (de ahí el tono apagado de la especie).

Frutos de Crataegus laciniata a finales de septiembre: son algo mayores que los de C. monogyna y pueden tener aspecto algo piriforme.

Crataegus laciniata vive sobre suelos calizos en las Sierras de Cazorla-Segura y otras del sureste, llegando hasta los 1.900 m, junto a pinos laricios (Pinus nigra), encinas y otras especies arbóreas.

Otra especie con 2-3 estilos en las flores (y los correspondientes pirenos o huesos en el fruto) es esta: Crataegus laevigata, conocida como espino navarro. Las hojas, a diferencia de las dos especies anteriores, son completamente glabras, cuneadas y apenas lobadas. Otra característica diferenciadora adicional es que el borde basal del lóbulo inferior es dentado.

Aspecto de ramas floridas de Crataegus laevigata. Se trata de una especie centroeuropea que en España se distribuye por el País Vasco y algunas sierras de Navarra, La Rioja y Burgos.

Fructificación otoñal del espino navarro. En esta especie las estípulas de los brotes cortos, como se intuye en este caso, son claramente dentadas. Por su parte, el pedicelo del que cuelga el fruto es completamente glabro.


Un par de fotos para el recuerdo: este es el primer Crataegus laevigata que fotografié (hace una pila de años) en noviembre, formando parte del sotobosque y los setos de los hayedos y robledales en el Gorbea (Álava-Vizcaya).

Y terminamos con el azarolo (Crataegus azarolus), un frutal que se cultiva esporádicamente (este ejemplar lo vimos en un huerto casi abandonado en Cobeña, Madrid, también hace unos años) y parece que se ha asilvestrado en algunas partes del país. Posee hojas grandes, cuneadas, algo coriáceas, generalmente con solo un lóbulo lateral y glabras por el haz. Se cultiva por sus frutos, unos pomos de cierto tamaño (más de un centímetro de diámetro), siendo los mayores de las especies ibéricas.

sábado, 25 de mayo de 2013

Bosques, árboles y arbustos altos de Cazorla

Un recorrido somero por algunos bosques de la Sierra de Cazorla, destacando algunas especies arbóreas y arbustivas de los anteriores. Desde cerca de los 1.000 metros de altitud hasta unos 1.500 metros: las formaciones vegetales mostradas pertenecen, por lo tanto, al piso bioclimático denominado supramediterráneo, donde aparecen las mejores representaciones de especies marcescentes y de hoja caduca.


Bosque mixto de encinas y pinos (resineros y laricios): encinares y pinares conforman los principales bosques del Parque Natural.

Pinos carrascos y sabinas (Juniperus phoenicea), a unos 1.200 m, sobre roquedos calizos.

El Valle del Guadalquivir, donde se junta el bosque de galería con los quejigares, en sus partes inferiores; mezclados con los anteriores, aparecen algunos Pinus halepensis, que se hacen dominantes al alejarnos del cauce.

Vistas del río Guadalquivir, con fresnos, chopos, sauces, etc.; en algunas zonas de la sierra aparecen incluso olmos de montaña (Ulmus glabra) y otras especies más típicas de ambientes eurosiberianos (Viburnum lantana y V. opulus).

Quejigos pegados a la fresneda anterior, con lentiscos, Cytisus reverchonii, majuelos, serbales, etc.

Un majuelo (Crataegus monogyna) en flor, acompañante de los quejigos y los fresnos.

Otro de los acompañantes de los anteriores bosques: un serbal (Sorbus domestica) recomido reiteradamente por los herbívoros.

Un cornetal (de cornicabra: Pistacia terebinthus) dominando la falda de una montaña. Curiosamente la hoja recién sacada por las cornicabras presenta el mismo tono que adquieren en otoño, cuando estos arbustos van a perderla.

Otra curiosidad relacionada con la cornicabra: un lentisco con aspecto de híbrido (¿Pistacia x saportae?).

En los encinares montanos se encuentra ocasionalmente el majuelo Crataegus laciniata, que presenta sus mejores poblaciones del país en Cazorla-Segura.

Detalle de las hojas e inflorescencias de Crataegus laciniata, a punto de abrirse.

Quejigo en una zona de transición entre el encinar y el quejigar-pinar; aquí se encuentran tanto Quercus broteroi como Quercus faginea.

Otro quejigo, en esta ocasión de mayor porte y anchura que el anterior.

Entre quejigos y pinos laricios fotografiamos a este piruétano (Pyrus pyraster o Pyrus communis subsp. pyraster).

Hojas nuevas de Pyrus pyraster.

Otro caducifolio dentro del mismo bosque: el mostajo Sorbus torminalis.

Otro ejemplar de Sorbus torminalis recomido por los fitófagos: únicamente quedaban los anteriores brotes, no alcanzando la planta más que unos cuantos centímetros de altura.

Espinares y encinares próximos a un lapiaz.

El tejo (Taxus baccata) más conocido de Cañada del Trabino, uno de los más famosos de su especie.

La tejeda rodeada de una ridícula valla de madera; eso sí, el acceso a los tejos ya cuenta con su propio panel y se anuncia desde la pista forestal. Qué cosas.

Tejos en el fondo del valle, con arbustos caducifolios como acompañantes y encinas en las laderas.

Uno de los caducifolios acompañantes mencionados antes, la madreselva Lonicera arborea, que como su nombre científico indica, puede adquirir el porte de un arbolillo.

Primeras hojas de Lonicera arborea.

Otros caducifolios que viven en estas zonas son los arces; en este caso, Acer monspessulanum en flor.

Otro arce, también en flor: Acer granatense.

En el acceso a la tejeda, este llamativo pino laricio (Pinus nigra).

Finalizamos con el bosque de ribera de nuevo, esta vez visto desde lo alto. Destaca el verde brillante de las primeras hojas de las especies riparias a comienzos de mes.