Y por último, un arbusto procedente de Canarias: Aeonium canariense, si bien el ejemplar de la foto se localiza en la costa granadina, en Almuñécar (en plena floración en el mes de enero, por cierto).
Las semillas deben sembrarse al doble de profundidad de su longitud (aproximadamente) y mantenerse en un espacio sombreado (alejado de la luz directa del sol) hasta su nascencia; asimismo, su sustrato debe mantenerse húmedo en todo momento, aunque no encharcado. En el caso de semillas muy pequeñas (por ejemplo, las del Aeonium canariense, que parecen granitos diminutos de arena) basta con distribuirlas sobre la tierra húmeda y presionarlas ligeramente con el dedo, para que queden adheridas a la misma.
Y como última recomendación general, cubrirlas con alguna red u otro tipo de defensa similar para evitar que los mirlos y otros visitantes alados del jardín levanten la tierra (con las semillas o las plantitas ya nacidas) mientras buscan lombrices entre los tiestos y semilleros.
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