martes, 14 de abril de 2020

Las hiedras (primera parte)

Vamos a repasar en un par de entradas las especies de hiedras que crecen en nuestro país, las silvestres y alguna de las más extendidas como especies ornamentales. Las hiedras son arbustos siempreverdes bien conocidos por todos, cuya principal característica es disponer de tallos trepadores, gracias a la presencia de raíces aéreas en su fase juvenil, que les permite crecer y colonizar tanto a lo largo como en altura los medios que habitan, pudiendo superar los 10 metros de porte.

La segunda característica más llamativa probablemente sea la variabilidad de formas que presentan las hojas de los tallos estériles, que oscilan entre cordiformes, lobuladas (con 3-7 lóbulos) o hastadas, separadas por entrenudos largos y disponiéndose de forma alterna. Como ejemplo de la mencionada variabilidad, compárense las dos primeras fotografías correspondientes a diferentes tallos de Hedera helix localizados muy cerca uno del otro.

La separación entre especies no es sencilla: hay que ver qué clase de tricomas (formaciones epidérmicas en forma de pelos, repartidos por tallos y hojas, fundamentalmente por el envés) poseen, lo que no siempre es fácil, pues se necesitan lupas con veinte aumentos por lo menos. Los tricomas deben reconocerse en los brotes estériles y en las hojas nuevas (Flora Iberica recomienda mirarlos en el espacio entre las venas del envés correspondiente a la segunda o tercera hojita nueva; la primera sería la del ápice del brote).

Los tricomas de Hedera helix se denominan multidireccionales por disponerse en varios planos; además son estipitados, es decir, tienen un pequeño pie que los sustenta, como muestra la fotografía del detalle superior. Es la única especie de nuestras hiedras con tal disposición (el resto los tiene, en contraposición, estrellados). Son de color blanco, se reúnen en bajo número (por lo general menos de diez) y están poco soldados en la base.

En esta primera entrada repasaremos las especies de hiedras con tricomas blanquecinos, dejando las especies con tricomas rojizo-anaranjados para la segunda parte. Del primer grupo se reconocen hasta la fecha tres especies en España. La principal especie (por ser la más extendida y abundante en buena parte del país) es Hedera helix, y a ella nos referiremos hasta mencionar a la siguiente.

La hiedra comienza a florecer al final del verano. Sus flores se reúnen en el extremo de algunos brotes, formando umbelas que pueden reunir más de veinte flores. Éstas son de color amarillo verdoso, con cinco pequeños pétalos y otros tantos estambres. Son muy buscadas por muchos insectos, pues florecen en una época en la que hay muy pocas especies en flor.

Durante el otoño van madurando los frutos, unas bayas que inicialmente son verdosas hasta adquirir su característico color negro. Las hojas de los brotes floridos, como puede apreciarse, tienen una forma completamente diferente a la de los brotes estériles: son enteras, lanceoladas u oblongas y separadas por entrenudos cortos.

Frutos maduros de Hedera helix en invierno. Por cierto, los frutos son muy tóxicos para el ser humano.

Como curiosidad, en el Valle de Lozoya (Madrid), fotografiamos esta hiedra de frutos anaranjados: parece ser que corresponde a la variedad que se ha denominado H. helix f. poetarum (conocida como la "hiedra de los poetas"). Al ser una especie muy empleada como ornamental, es posible encontrarse con multitud de formas y variedades distintas en parques y jardines (o asilvestradas).

Los frutos pueden permanecer en las plantas desde el otoño hasta mediada la primavera, según la localidad. En este caso vemos los últimos frutos en un ejemplar a comienzos de abril. Al madurar mayoritariamente entre el invierno y el principio de la primavera, resultan un recurso alimentario de primer orden para muchas especies de aves durante un periodo en el que no abundan los frutos, por lo que los consumen ávidamente, contribuyendo a su dispersión.

Entre estas especies destacan el mirlo común, uno de los grandes consumidores de frutos de hiedras en nuestros jardines...

... o la curruca capirotada.

Otras especies que mantienen una relación estrecha con las hiedras son los pulgones (en concreto las especies Aphis fabae y A. hederae), quienes las parasitan sistemáticamente, encontrándose sus colonias, fundamentalmente, en los brotes nuevos. Como los he visto en todas las muestras frescas que he estado viendo estos últimos días, me ha dado tiempo a grabarles este pequeño vídeo de muestra:


La hiedra se extiende por buena parte de la Península Ibérica (aunque más abundantemente por su mitad este) e Islas Baleares, creciendo en muchas clases de bosques, siempre en ambientes húmedos, cubriendo el suelo, sobre troncos , rocas, muros, barrancos, etc., desde el nivel del mar hasta los 1.400 metros de altitud. En este caso vemos a una hiedra crecer en un pinar mixto del pirineo oscense, en la Jacetania...

... y del norte del país pasamos al extremo sur: en El Bosque (Grazalema, Cádiz) encontramos hiedras creciendo en una fresneda próxima a un huerto con nogales.

En los bosques caducifolios del norte y los sistemas montañosos también se da muy bien, como por ejemplo en esta tembleda (Populus tremula)...

... o en los melojares marcescentes (Quercus pyrenaica) del Sistema Central.

Cuando la dejan, la hiedra se extiende casi diríamos que sin piedad por todo lo que le rodea, en este caso un muro de piedra, comportándose algunas especies como invasoras. En contrapartida, sus beneficios ecológicos son indiscutibles: formadora de setos, proporciona alimento y refugio a  insectos y otras especies, sujeción del terreno... por no hablar de su innegable valor ornamental.

La segunda especie es Hedera rhizomatifera, hasta hace poco considerada una subespecie de la anterior (Hedera helix subsp. rhizomatifera). Crece sobre roquedos calizos entre los 1.000 y los 1.500 metros de altura en las sierras andaluzas y otras de la mitad este peninsular, siendo endémica de nuestro país. En este caso la hemos fotografiado en el Torcal de Antequera (Málaga).

Se diferencia de la anterior hiedra en que las hojas de los brotes estériles son más pequeñas y con menor número de lóbulos (entre 0-3); los nervios de las hojas son prominentes y las ramas jóvenes sin flores crecen de manera serpenteante (en lugar de rectas, como en H. helix).

Como puede verse, en el Torcal comparten hábitat con las cabras monteses.

La tercera y última especie es Hedera hibernica, otro arbusto trepador que habita ambientes hiperhúmedos en la Europa atlántica, desde el Reino Unido hasta la mitad occidental de la Península (desde Galicia hasta Andalucía occidental).

Vista de las hojas nuevas de Hedera hibernica en un brote estéril, donde a simple vista se notan los tricomas (sobre la propia lámina y en los tallos).

En esta especie los tricomas también son blancos, pero se disponen en un único plano, paralelos al limbo foliar (es decir, son sentados, sin estípite), formando esta especie de estrellas, en las que los radios suelen estar más fusionados que en la anterior especie.

La hiedra atlántica también comienza a florecer durante el verano: aquí vemos un ejemplar en el que se está formando la inflorescencia a comienzos de septiembre, en la costa coruñesa.

La hiedra atlántica también habita desde el nivel del mar, pudiendo superar los 1.000 metros de altitud; aquí vemos otra población costera gallega creciendo en un muro junto a varios laureles.

En esta carballeda (Quercus robur) Hedera hibernica cubre el suelo y asciende por los troncos de los árboles.

También acompaña a los alisos (Alnus glutinosa) y cubre los restos de piedra de un antiguo molino.

Y, cómo no, no podía faltar sobre los pinos marítimos (Pinus pinaster) de la Costa da Morte, en La Coruña.

En unos días la segunda parte, con el resto de especies de hiedras.

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