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viernes, 22 de octubre de 2021

Bellotas en octubre

 

Octubre es el mes en el que las bellotas de nuestros Quercus comienzan a estar en sazón, en función de la especie, la altitud, la latitud y el año; esta entrada es un pequeño homenaje visual a nuestros robles a través de una selección de fotos de las principales especies ibéricas (y alguna asimilada). Comenzamos con la coscoja (Quercus coccifera).

Encina litoral (Quercus ilex).


Encina o carrasca (Quercus rotundifolia).

Alcornoque (Qurcus suber).

Quejigo (Quercus faginea).

Roble de Turquía (Quercus cerris).

Quejigo moruno (Quercus canariensis).

Roble pubescente (Quercus pubescens).

Roble albar (Quercus petraea).

Carballo o roble común (Quercus robur).

Rebollo o melojo (Quercus pyrenaica).

Melojar en la Sierra del Rincón (Madrid) a finales de octubre (hace seis años: este año no tiene pinta de estar tan avanzada la otoñada).



sábado, 26 de diciembre de 2020

Una aproximación a los quejigos del noreste peninsular

Esta entrada pretende ser un resumen básico sobre el espinoso tema de los robles o quejigos del noreste de nuestro país. Dentro de este grupo de árboles incluyo tanto al roble pubescente (Quercus pubescens, antes denominado Q. humilis) como al conjunto de "especies" que serían el resultado más o menos estabilizado de una hibridación entre Quercus pubescens y Q. faginea (y probablemente otras especies de roble), dando lugar a Q. subpyrenaica y/o Q. cerrioides (las cuales a veces se consideran sinónimos y otras como especies -o subespecies- distintas).

Aunque permanece abierta la cuestión de cuáles son las especies existentes en la zona, se suele reconocer que Quercus pubescens se distribuiría por el eje pirenaico, mientras que sus híbridos lo harían por el prepirineo (Q. subpyrenaica) y cordilleras costeras (Q. cerrioides). En cualquier caso, las reiteradas hibridaciones introgresivas entre los citados Quercus han dado lugar en la práctica a una gama de quejigos con caracteres morfológicos muy variados que no siempre pueden asignarse a una u otra especie con claridad.

Comenzamos el ciclo de Quercus pubescens con el inicio de la salida de la hoja en abril. La especie se comporta como caducifolia o de hoja marcescente, como en este caso. Las hojas presentan formas variables (obovadas, elípticas u oblongas), pero siempre con el margen crenado-dentado con lóbulos poco profundos y acuminados, cuyos senos no se aproximan al nervio central.

Floración de Quercus pubescens en Camarasa (Lérida), también durante abril (puede extenderse hasta mayo). Las hojas nuevas ya han salido del todo y solamente queda una hoja vieja por caer.

En mayo las hojas de roble pubescente ya están completamente formadas. Son subcoriáceas, perdiendo parte del fieltro juvenil al madurar: finalmente permanecen lampiñas por el haz y con un tomento persistente por el envés. Dicho tomento está formado mayoritariamente por pelos fasciculados cortamente estipitados. Su pariente más sureño Quercus faginea, sin embargo, presenta pelos multiestrellados (compuestos por pelos estrellados que se unen exclusivamente por la base: no son fasciculados ni presentan estípite) y adpresos. La pilosidad del envés reviste gran interés taxonómico para diferenciar a los distintos robles (hay que observarla con lupa, pues los detalles no se aprecian a simple vista).

Los robles pubescentes pueden alcanzan los 20 metros de altura; en la madurez presentan la corteza agrietada de la imagen. Habitan el contorno del Mediterráneo (este y sur de la cuenca, llegando a Centroeuropa por el norte y la Península Ibérica por el oeste). En España Q. pubescens se distribuye por la cordillera pirenaica, alcanzando por el oeste el País Vasco (Álava) y algunas zonas de Cantabria y Burgos; hacia el este llega a Mallorca y, por el sur, a La Rioja. En cualquier caso las principales masas se encuentran en Pirineos: como ya se ha mencionado, se acepta que en el eje pirenaico predominan las formas más puras de Quercus pubescens, mientras que en el prepirenaico lo hacen sus cruces.

Se encuentran entre los 400 y los 1.500 metros de altitud y no tienen necesidad de suelos profundos (se trata de una especie indiferente edáfica que en nuestro país prefiere calizas, margas o conglomerados); de hecho muchas veces prosperan en zonas donde asoma la roca madre o en pendiente. Son bosques con necesidades hídricas moderadas (precisan, como mínimo, de 600 mm de precipitaciones anuales, repartidas a lo largo del año), más de umbría. Marcan la transición entre los ecosistemas forestales centroeuropeos, más húmedos, y los mediterráneos, más secos.

Estos robledales mantienen unos acompañantes netamente eurosiberianos, como varias especies de arces (en la imagen Acer opalus), mostajos, serbales, avellanos, tilos, majuelos, endrinos, enebros, pinos silvestres o royos, etc., además de enriquecerse con especies mucho más xerofíticas (por ejemplo Genista hispanica y otras de las que mostramos más adelante algún ejemplo) de los pisos de vegetación adyacentes.

Una de las especies del sotobosque: Hippocrepis comosa.

La leguminosa arbustiva Emerus major, acompañante típica de estos quejigares.

Bellota de Quercus pubescens en otoño, antes de comenzar el envero. Poseen un fuerte pedúnculo (hasta 10 mm de largo), tomentoso. La cúpula está formada por escamas imbricadas y asimismo tomentosas.

En pleno otoño (en este caso a comienzos de diciembre), los robles pubescentes ya han cambiado el color de la hoja, comportándose como caducifolios o marcescentes.

En este ejemplar fotografiado en las Sierras de Prades (Tarragona) se reconocen los caracteres de Quercus cerrioides: hojas amplias con lóbulos triangulares subiguales, agudos y mucronados; aparte de disponer por el envés de los pelos característicos de los dos principales quejigos "parentales", también presenta pelos fasciculados de color castaño o ferruginoso (en la génesis de este quejigo se especula con la participación del otro quejigo marcescente adicional: Q. canariensis).

Por su parte, Quercus subpyrenaica tiene hojas más pequeñas y estrechas que Q. cerrioides, siendo lobadas o crenado-lobadas y con los lóbulos predominantemente redondeados.

Otra vista de las hojas de Quercus subpyrenaica, donde se aprecia la diferencia de color entre el haz y el envés cubierto de pelos. Presenta tanto pelos fasciculados estipitados como multiestrellados.


Muchos quejigares pirenaicos se han aclarado con el fin de permitir la llegada de la luz al estrato herbáceo y permitir su aprovechamiento ganadero.

Más especies acompañantes de los robles pubescentes, en este caso perennifolias, como Rhamnus saxatilis...

... o de gustos plenamente mediterráneos como el espliego Lavandula angustifolia.


Vista de un quejigar de Quercus subpyrenaica con boj (Buxus sempervirens) en una zona montañosa entre carrascales y pinares en el prepirineo aragonés. Con esta muestra de su carácter como bosques de transición entre unas formaciones más secas y otras con mayores requerimientos hídricos finalizamos la entrada de hoy.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Los Alcornocales y la campiña gaditana (agosto 2018)


Algunas fotografías de las especies vistas en Los Alcornocales y la campiña gaditana a finales de agosto.

Comenzamos en el río Guadiarranque, cerca de Castellar de la Frontera, en Los Alcornocales. Vistas de la aliseda que crece junto al cauce.

Aquí nos topamos con la ruta de la mariposa monarca, pues por aquí crecen sus plantas nutricias y se supone que la densidad de esta especie es muy alta: efectivamente, nada más comenzar a recorrerla encontramos una pareja de adultos libando entre las flores de Asclepias curassavica.

Mariposa monarca (Danaus plexippus).

A. curassavica crece profusamente en las orillas del río.

Fresnos próximos a la aliseda.

No encontramos larvas de monarca en las Asclepia, así que nos conformamos con fotografiar a la larva de la mariposa cinabrio (Tyria jacobea) sobre Senecio jacobea, su planta nutricia.


En las dos fotografías anteriores, la otra planta nutricia de la mariposa monarca: Gomphocarpus fruticosus; frutos y flores.

Caballito del diablo (Platycnemis latipes) sobre una zarzamora.

Linus tenue, un lino de flor amarilla que salpica los pastos herbáceos.

Vista del Castillo de Castellar y del alcornocal que lo rodea.

Cerca de Castellar se encuentra la finca La Almoraima, con tupidos bosques de alcornoques (en la imagen) y quejigos morunos (siguientes fotografías).

Quercus canariensis

Hojas de Quercus canariensis.

Cerca de un arroyo encontramos a esta interesante especie: Galega africana, un endemismo del Estrecho que en nuestro país solamente podemos ver en Cádiz.

Se trata de una herbácea perenne alta (alcanza los 120 cm) que habita suelos húmedos; en este caso acompañada (a la izquierda) por un ejemplar de verbena (Verbena officinalis), una especie mucho más corriente.

La especie recuerda a una veza (por la forma de los folíolos y la disposición de las flores) erguida, especialmente cuando se encuentra en flor; ahora la vemos con los frutos maduros.

Una especie que también crece en los bujeos: Achillea ageratum.

Teline monspessulana, una leguminosa arbustiva característica de estos bosques.

Fresnos y espadañas

Inflorescencias ya pasadas de Stachys germanica, una labiada que hallamos en un hueco del alcornocal.

En la campiña gaditana próxima fotografiamos otras especies, adaptadas a crecer en ambientes más secos y abiertos, como el cardo Carduncellus caeruleus.

Otra compuesta que florece en verano: Carlina racemosa.

La boraginácea Echium boissieri es una hierba alta que recuerda más a sus parientes canarias que a otras viboreras peninsulares. A finales de agosto quedan ya muy pocas flores frescas.
 
Detalle de la flor de Echium boissieri.


Ammi visnaga

El año pasado habíamos visto en la Laguna de Medina a la convolvulácea Cressa cretica sin flores, así que este año nos hemos vuelto a acercar... y ha habido suerte.

Aspecto general de Cressa cretica, con olivarda (Dittrichia viscosa) y pulicaria.

La Laguna está llena de agua y la vida bulle por todas partes: se ven hasta malvasías y fochas cornudas; resulta curioso ver a los flamencos nadando, en lugar de estar con las patas fuera del agua.

Delphinium gracile

También nos acercamos al Estrecho a ver cetáceos: no hubo suerte con los calderones (de las orcas ya ni hablamos), pero vimos dos especies de delfines; aquí van un par de fotos de ambas, en primer lugar del delfín común (Delphinus delphis)...

... y por último, del delfín listado (Stenella coeruleoalba).