A partir de ahora (de esta época del año), las hojas que han permanecido secas en los quejigos empezarán a caer para dar paso a los nuevos brotes; recorremos los quejigares (Quercus faginea) mixtos de Guadalix de la Sierra, en Madrid, localizados sobre terrenos básicos a unos 850 m de altitud.
Quejigos y encinas (detrás).
Como buena especie de hoja marcescente (¿de marzo?) su presencia indica unas condiciones de tránsito o ecotono entre las condiciones más secas y mediterráneas donde dominan los perennifolios y las más húmedas donde reinan los caducifolios.
En este caso, se trata de bosques mixtos de encinas, quejigos, enebros y fresnos en los que aparecen algunos caducifolios: cornicabras, arces (Acer monspessulanum), aligustres (Ligustrum vulgare), así como varias especies de rosales silvestres y madreselvas (Lonicera etrusca).
Encinas y enebros rodeando a una mole caliza; bajo ésta, una fresneda con cornicabras.
Algún enebro de porte arbóreo junto al quejigar.
Juniperus oxycedrus
La personalidad del quejigo ya se manifiesta en las propias hojas, con borde parecido al de las pinchudas encinas y caedizas (aunque no las pierdan en otoño, sino unos meses más tarde) como los robles atlánticos.
Algunas hojas permanecen verdes desde el otoño.
Aunque a decir verdad, la falta de agua en montes y campos a estas alturas de marzo contribuye a que las hojas secas de los quejigos parezcan más un efecto de la sequía que una adaptación a las condiciones climáticas mediterráneas atenuadas...
Una cola del embalse de Pedrezuela, casi vacío.
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